Recientemente ha surgido una controversia relacionada con si el escuchar cierto tipo de música tiene el efecto de aumentar las capacidades cognitivas o la inteligencia. Ciertamente, se ha observado un efecto que apunta en dicha dirección. Sin embargo, parece ser que esto es más bien un efecto temporero. Es decir, se produce un aumento medible en ciertas capacidades intelectuales que desaparece al cabo de un corto tiempo. Por otra parte, se sabe que ciertos tipos de música, como por ejemplo, los movimientos lentos de la música clásica barroca ayudan a crear un estado de relajación alerta en el que se puede aprender más eficientemente.
Por otra parte, Peter Perret director de la sinfónica de Winston-Salem, en Carolina del Norte organizó un programa en el que un grupo de cinco músicos interpretaba música e interactuaba con estudiantes de primer grado. Pasados más de dos años este grupo de estudiantes, ahora en tercer grado, obtuvo puntuaciones notablemente superiores en las pruebas estatales que el grupo de tercer grado que les precedió.
Ahora bien, cuando hablamos no ya de meramente escuchar
música sino de estudiarla, la evidencia es clara, al menos en cuanto
a los niños. Se ha encontrado que estudiar música tiene unos
efectos benéficos sobre las capacidades intelectuales de los niños.
En un estudio cuyos resultados se publicaron en la revista
Psychological Science de la Asociación Psicológica Norteamericana
correspondiente al mes de agosto de 2004 y llevado a cabo por E. Glenn
Schellenberg, profesor de la Universidad de Toronto, se compararon cuatro
grupos de niños de seis años de edad. Uno de los grupos recibió
lecciones de piano, otro recibió lecciones de canto, otro recibió
lecciones de arte dramático mientras que otro grupo no recibió
lecciones de ninguna clase, aparte de las clases regulares provistas en
la escuela. Las lecciones musicales y de arte dramático tuvieron
una duración de un año.
A todos los participantes se les hicieron pruebas de
inteligencia antes de comenzar el estudio y una vez finalizado. Se encontró
que en los dos grupos que recibieron lecciones de música hubo un
aumento en varias medidas de inteligencia mayores que en los otros grupos.
El grupo que recibió lecciones de arte dramático también
tuvo un aumento, pero éste no fue en las áreas relacionadas
con el desarrollo cognitivo sino en el área de conducta y adaptación
social, un área que no cambió en los que recibieron lecciones
musicales. El grupo que no recibió lecciones musicales ni de arte
dramático registró un aumento menor en las pruebas.
Según lo expresa Peter Perret, la forma en que los músicos aprenden sus destrezas es de tal naturaleza que combina diversos factores que conducen a un aprendizaje eficiente. Un músico, al aprender, sigue una secuencia ordenada. El conocimiento o las destrezas adquiridas son acumulativas, es decir, se va construyendo sobre el fundamento establecido en los pasos anteriores. Además se combinan diversos aspectos y componentes de un tema en cada lección. Finalmente se sabe que aprendemos mejor cuando el proceso de aprendizaje nos resulta placentero y para un músico, la actividad de interpretar música, es extremadamente placentera.
Beatriz, una paciente de 55 años sufría de cáncer avanzado. Padecía de un dolor severo en su hombro izquierdo superior. Vivía sola en su apartamento en Nueva York y recibía cuidados en su casa. Se sometió a terapia musical por razones de un estado depresivo y aislamiento social. Cuando llegó la terapista dijo que ella normalmente no escuchaba música, pero que escucharía cualquier cosa que le ayudara con el dolor. Era una artista que no había podido pintar más, no por el cáncer en sí sino más bien por dolor que le ocasionaba al pintar. En la evaluación que hizo la terapista concluyó que se sentía enormemente triste y fatigada. Su habilidad mecánica estaba limitada.
Decía Voltaire, el gran escritor francés del siglo XVIII que "cantamos cualquier cosa demasiado estúpida para ser dicha". Aunque podemos pensar que estaba exagerando lo cierto es que la música ejerce tal poder que muchas veces cuando oímos a un cantante o escuchamos un coro las palabras sobran. La fuerza de la música es tal que nos emocionamos aun cuando no entendamos las palabras. De hecho si analizamos la letra de muchas canciones famosas o el libreto de grandes óperas encontraremos que lo que dicen puede ser catalogado como una perfecta tontería. Es la música que las acompaña la que les da la capacidad de emocionarnos y de ser recordadas. Tal es el influjo de la música.
La música nos revela las maravillosas capacidades de la mente humana para crear un significado. Y es que la música en sí no es nada, como expresó de forma gráfica el famoso intérprete de la armónica Larry Adler, al señalar que aún la más excelsa composición musical de Bach se reducía en su instrumento al acto de "soplar y chupar". O como nos recordara el gran director de orquesta británico Sir Thomas Beecham "la música en sí es mero sonido", son el intérprete y el oyente los que le dan significado con sus capacidades mentales y espirituales. La razón por la cual la mente humana interacciona de forma tan dramática con ciertas combinaciones de sonidos y logra con las mismas evocar todo un mundo de sensaciones, sentimientos y estados anímicos ha sido un misterio que la ciencia apenas está comenzando a explorar.
La música ha tenido siempre una poderosa y casi mágica influencia. La música despierta los más variados sentimientos y emociones. Pero la música, además de ejercer una poderosa influencia emotiva, también ejerce su influjo sobre los aspectos intelectuales de la personalidad. Ciertos tipos de música parecen competir con lo que se está haciendo y dificultan el proceso de aprendizaje. Por otro lado otros tipos de música funcionan en sentido contrario ayudando a aprender y a concentrarse mejor en ciertas tareas.
Investigaciones científicas avalan y explican que efectivamente existe música que puede ayudarnos a aprender mejor. También existe música que puede ayudarnos a combatir la depresión, a manejar el dolor, e incluso ayudarnos a fortalecer las defensas de nuestro cuerpo contra las enfermedades. Como dice Robert Ornstein, conocido psicólogo y autor de varios libros sobre la naturaleza y la evolución de la mente humana, "la música puede alterar de forma muy marcada nuestros estados de ánimo, nuestras emociones y aun nuestra fisiología".
Cierto que a veces la música puede precipitarnos
en un estado de nostalgia, recordarnos momentos dolorosos e incluso puede
ser utilizada para fomentar acciones no muy loables. Cuantas veces
hemos visto que la música ha sido puesta al servicio del fanatismo
y la intolerancia y es empleada para enardecer las pasiones que llevan
a la guerra. Pero aún estos usos son testimonio del poder
de la música. Y por esto mismo es que debemos aprender a utilizarla
para nuestro bien. Empleemos con sabiduría la música.
El resultado no puede ser otro que hacernos más humanos.
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