DELFINES

 

  En los delfines las percepciones mas importantes son las de naturaleza táctil (toqueteos, caricias, en especial amorosas), visual (posiciones, saltos) y, por supuesto, auditiva. Por el contrario los cetáceos no tienen prácticamente olfato: sus conductos respiratorios poseen muy pocas células sensoriales, y los lóbulos olfativos de su cerebro están atrofiados.

 

 

 

El delfín puede distinguir dos monedas de metales distintos debajo del agua yen una oscuridad total dentro de un área de tres kilómetros a la redonda. ¿Cómo es posible que tenga esa capacidad? Sucede que no las ve sino que las ubica con precisión por medio de un sistema perfecto de localización por resonancia (eco) que posee en el cráneo. Reúne información detalladísima del tamaño, forma, velocidad y estructura de los objetos en ese perímetro. El sistema es tan complejo y preciso, que le toma un tiempo aprender a utilizarlo: el adulto puede detectar la mayoría de ellos con unas pocas señales en tanto que el ejemplar joven debe experimentar durante años.

Además de servirle para la detección de cosas, lo usa para cazar. Se agrupan y emiten sonidos de alta frecuencia tan potentes, que atontan a sus presas y las atrapan con facilidad. Un delfín adulto puede producir sonidos inaudibles para los humanos (de una frecuencia superior a los 20.000 Hz.).

 

Las ondas sonoras emitidas y recibidas se concentran en distintas partes de su cabeza. La masa de grasa en la frente del delfín es una estructura llamada melón y sirve como lente acústica que enfoca las ondas radiadas en un haz estrecho. Por lo tanto, con el movimiento de la cabeza puede dirigirlas a voluntad hacia muchas direcciones. Esos impulsos retornan de inmediato al encontrar un obstáculo. La mandíbula inferior actúa como receptor y pasa las señales recibidas al oído. A cada lado de la mandíbula inferior se encuentra un área ósea delgada, en contacto con un material lipídico. El sonido es conducido a través de dicho material a la ampolla auditiva, que es una vesícula grande. Después el oído interno analiza e interpreta su significado.

También existe un material lipídico similar en el radar de las ballenas. Lípidos (es decir, compuestos grasos) distintos captan las ondas ultrasónicas (inaudibles para el oído humano) y las dirigen por caminos discriminados. Esos variados compuestos grasos deben estar ordenados de una manera y secuencia correcta con el objeto de poder concentrar la diferentes ondas sonoras de retorno. Cada lípido individual, que se forma por medio de un proceso químico muy complicado y que requiere cierta cantidad de diversas enzimas, es único y para nada igual a los que se encuentran normalmente en la ampolla auditiva.

 

 

 

El sonido avanza cinco veces más deprisa en el agua que en el aire a causa mayor densidad del medio acuoso. Los cetólogos todavía no han podido establecer la función de los sonidos de las ballenas, pero es posible que estas señales, en un medio como el acuático con visibilidad muy restringida, puedan proveer de comunicación e información sobre la identidad, posición, disponibilidad de alimento o presencia de predadores.

 

La mayoría de los expertos en bioacústica concuerdan en que los sonidos de ecolocación de los delfines tiene relación con la emisión de sonidos desde los sacos nasales y válvulas ubicados en la cabeza son enfocados con el melón y el órgano de espermaceti. En los odontocetos la recepción de los sonidos de alta frecuencia penetra por el hueso hueco lleno de lípidos de la mandíbula y son transmitidos hacia la bulla timpánica, de allí al oído interno y luego al cerebro. Además en este grupo la bulla timpánica está aislada acústicamente del resto del cráneo, por lo cual pueden detectar los sonidos de manera independiente un oído del otro, determinando así la dirección. Los misticetos poseen el meato auditivo externo (un canal en forma de S) cerrado por un tapón de cera, responsable, según se cree, de la transmisión de los sonidos hasta el oído interno. Los odontocetos son los únicos cetáceos que han adquirido un verdadero sistema sensorial único: aprendieron a "ver con los oídos".

           

 

 

 

 

 

 

 

        Un delfín adulto emite sonidos inaudibles para los humanos (por encima de 20.000 Hz.) desde el lóbulo llamado "melón", que está ubicado en la frente, y los puede dirigir a voluntad en cualquier dirección a través del movimiento de la cabeza. Al reflejarse en cualquier obstáculo que encuentren, son captados por la mandíbula inferior que actúa como receptor

. Esta envía esas señales al oído y éste las retransmite al cerebro, donde se analizan e interpretan.

        Reciben los ecos de estas emisiones por un orificio auditivo minúsculo, cuya impermeabilidad durante las inmersiones está asegurada por un grueso tapón de cerumen. éste conduce, sin embargo, perfectamente las ondas mecánicas, ya que los animales están dotados de un oído prodigioso.

        Posteriormente, balancea la cabeza de un lado a otro, produciendo sonidos de frecuencias más alta, esto significa que intenta encontrar los obstáculos de dimensiones más pequeñas. La exactitud de este sonar sorprende todavía a los especialistas: los delfines son capaces de detectar incluso a varios metros de distancia un hilo de cobre que no exceda los 0,2 milímetros de diámetro.

 

        Los sonidos emitidos por los delfines les sirven tanto para dirigirse como para intercambiar mensajes. Cuando el delfín quiere orientarse en aguas turbias o durante la noche, empieza por emitir sonidos de frecuencia baja, cuyos ecos le dan una idea del panorama general en el que va a evolucionar.

 

         Los mensajes sonoros, por su parte, están tan individualizados, son tan regulares, tan divididos en secuencias con preguntas y respuestas, que no podemos sino definirlos como lenguaje. Los delfines emiten sonidos infinitamente variados (silbidos, ronquidos, gruñidos, tintineos, tamborileos, etc.), utilizan para ello su faringe, pero las ondas sonoras que utilizan son amplificadas por los tejidos adiposos de su cabeza.

 

Los experimentos han mostrado que los delfines pueden oír frecuencias superiores a 150 kHz. Los murciélagos son los únicos animales que oyen mejor que los delfines, pueden detectar frecuencias superiores a 175kHz. Se mostró que los delfines pueden oír en un amplio rango de frecuencias desde 75Hz a 150kHz, pero el pico de sensitividad se sitúa en el rango de 15kHz-110kHz. La discriminación de las frecuencias de los delfines cuando presentan una señal CF y una señal FM es comparable con los humanos, pero podrían moverse a frecuencias mas altas.

El tejido graso que rodea a la coclea es también útil para la sensibilidad auditiva. Crea una impedancia diferente que el agua del mar y por tanto, contiene una sombra de sonido que ayuda a determinar la localización del sonido. El número de células ganglionares proyectadas desde las células de la coclea que dan una idea de su amplia respuesta de frecuencia.