INTRODUCCIÓN

      Los murciélagos aparecieron hace unos 60 millones de años y desde hace mucho lograron adaptarse a vivir en la oscuridad; son, definitivamente, animales nocturnos, que durante el día permanecen durmiendo en sus refugios y durante la noche salen a buscar su alimento, consistente, según la especie, de insectos, polen o frutos; la minoría es hematófaga. Los sitios más adecuados para su particular existencia son las cuevas, cavernas, grutas, túneles, sótanos, desvanes y buhardillas de casas viejas, conventos, monasterios y demás lugares ocultos y obscuros, donde poco o nada llega a penetrar la luz del Sol; aquí es donde estos pobres animales, tan repudiados por el hombre y sobre los cuales circulan las más horripilantes historias y leyendas, han podido encontrar el refugio apropiado para poder sobrevivir. Pero lo cierto es que la mayor parte de los murciélagos, más que dañar, brindan diversos beneficios al hombre, aparte de ser componentes importantes de los ecosistemas externos; gracias a ellos se evitan las grandes concentraciones de plagas en los cultivos agrícolas, salvándose muchas cosechas, debido a la gran cantidad de insectos que depredan durante la noche; otros, los polinívoros, al recoger el polen que les servirá de alimento, polinizan una gran variedad de plantas, que no podrían ser fecundadas en otra forma; finalmente, los frugívoros, a través de sus heces, ayudan a la diseminación de las semillas de muchos vegetales. Otro beneficio importante que se obtiene de los murciélagos es el guano o murcielaguina, que tiene gran demanda entre los agricultores como fertilizante, muy rico en nutrimentos.

        De la única especie que el hombre debe cuidarse es del vampiro, Desmodus rotundus murinus, hematófago, capaz de transmitir con su mordedura el virus de la rabia, sobre todo al ganado vacuno y ocasionalmente al hombre. Esta epizootia, conocida en México como "derriengue" o "mal de caderas", ha originado grandes bajas en la economía del país debido a la muerte de muchos millares de cabezas de ganado.

        El aislamiento y oscuridad en que han vivido durante tanto tiempo han tenido como resultado la reducción de los ojos en la mayor parte de ellos; por eso, su sentido de la vista es muy deficiente; son muy pocas las especies que presentan ojos con visión normal. Bajo estas condiciones, es difícil poder entender cómo logran encontrar y capturar su alimento, así como librar los obstáculos durante el vuelo en la oscuridad de la noche. Sin embargo, se ha descubierto que los murciélagos han desarrollado un mecanismo maravilloso con lo cual estos problemas han sido solventados. La mayor parte se orienta por el oído y casi nada por la vista, mediante un mecanismo, que algunos denominan "radar", consistente en ultrasonidos de muy alta frecuencia que emiten por la laringe, a través de la boca o de los orificios nasales; muchos de ellos están provistos de una membrana nasal, que actúa como antena para dirigir estas ondas sonoras, pudiendo también variar la calidad de la emisión. El hombre no es capaz de percibir estos sonidos, cuya alta frecuencia alcanza hasta 8 000 ciclos por segundo. Cuando las ondas de estos sonidos chocan con algún objeto, los murciélagos tienen la capacidad de percibir la distancia y la dirección de donde proviene el eco, localizando en esta forma los insectos voladores, no sólo los de grandes dimensiones, sino también los sumamente pequeños, que les sirven de alimento y que atrapan al vuelo con una facilidad asombrosa; en esta forma evitan también chocar con cualquier objeto que se les atraviese en su camino. El eco de estos sonidos es percibido por el trago del oído, que es la porción externa del cartílago del conducto auditivo externo.

                                 Uno de los alimentos preferidos de los murciélagos insectívoros es la gran variedad de mariposas que también acostumbran volar durante la noche. Algunas de estas palomillas producen sonidos de estridulación muy finos, con lo cual se comunican entre sí, encontrándose en esta forma los sexos; pero, por desgracia para ellas, los murciélagos también son capaces de detectar estos sonidos, aprovechando esta circunstancia para localizar y capturar fácilmente sus presas. Por su parte, muchas de estas mariposas no tienen forma de percatarse de la presencia de sus depredadores, que las atrapan sin mayor problema; en cambio, otras, como especies de las familias Noctuidae, Geometridae y Arctiidae, están provistas de órganos auditivos muy sensibles, que actúan como receptores de ultrasonidos muy finos, tales como los emitidos por los murciélagos, gracias a lo cual logran evadirlos con bastante frecuencia

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